La 21 conferencia sobre cambio climático de Naciones Unidas inició el lunes pasado en París con la reunión de poder político más grande en la historia. En dos sesiones paralelas que se prolongaron más de tres horas, casi 150 jefes de Estado y jefes de gobierno fijaron sus posturas.
De acuerdo con la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático (UNFCCC), Christiana Figueres, más de 20,000 delegados oficiales y más de 40,000 personas participan en la cumbre de dos semanas.
Tras los atentados terroristas del 13 de noviembre pasado que cobraron la vida de 130 personas en la capital francesa, Figueres sintió la necesidad de asegurar a los asistentes que la seguridad está en alerta máxima debido a la concentración de los líderes, sugiriendo incluso que el lugar era “tal vez el lugar más seguro en Francia en estos días”.
Invitar a los líderes a hablar en el inicio de la cumbre es un nuevo enfoque, ya que normalmente estos llegan en los últimos días solo a firmar los acuerdos. Según el profesor Howard Barnsey, el objetivo esta vez es evitar que se repita la angustia de las últimas horas en la conferencia de Copenhague en 2009, donde la presión del tiempo llevó a líderes políticos a negociar detalles técnicos que simplemente no estaban calificados para abordar. En París, los líderes están poniendo el impulso político desde el principio y dejando los detalles del acuerdo para que los expertos les den forma.
Pero más allá de la apabullante cantidad de líderes, la importancia del encuentro orbitó alrededor de lo que tenían que decir.
Muchos utilizaron sus turnos al micrófono para resaltar la gravedad de lo que está en juego en París. “Todo lo que sé y todo lo que amo está en las manos de los que estamos reunidos aquí hoy”, dijo a los asistentes el presidente de las Islas Marshall, Cristopher Loek, en una alocución profundamente personal.
El primer ministro de Tuvalu (otra nación amenazada con la extinción por el cambio climático), Enele Sopoaga, adoptó una postura similar. “Nuestra supervivencia como nación depende de las decisiones que tomemos en esta conferencia. Imaginen que están en mis zapatos. ¿Qué harían? Ningún líder aquí se enfrenta a la carga que yo”.
La urgencia de la situación global fue generalizada por el primer ministro de India, Narendra Modi. “En los próximos días vamos a decidir el destino de este planeta”, sugirió. Esta urgencia tuvo eco en el discurso del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien citó el fallecido Martin Luther King Jr. al advertir que “hay tal cosa como llegar demasiado tarde”. Obama habló a la conferencia sin la ayuda de notas, un hecho poco habitual incluso para él, y una clara del peso diplomático que está poniendo en este proceso.
La mayoría de los líderes optaron por comenzar sus discursos reconociendo el dolor de los ataques en París y transmitiendo su solidaridad con Francia. La canciller alemana Angela Merkel y el presidente chino Xi Jinping describieron la conferencia como un acto de desafío al terrorismo, mientras que Obama cuestionó: “¿Qué mayor rechazo a aquellos que destruirían nuestro mundo que afianzar la convención que busca cambiarlo?”.
En su turno, el presidente de la Europea Unión, Jean-Claude Juncker, recordó la respuesta ampliamente difundida del parisino Antoine Leiris a los ataques terroristas que cobraron la vida de su esposa, en la que Leiris se comprometió a criar a su hijo en una felicidad desafiante. “Garantizar la felicidad de ese niño es su responsabilidad. Garantizar un entorno estable para los niños de todo el mundo es nuestra responsabilidad”, dijo Juncker.
Algunos líderes trazaron vínculos entre el clima y la inseguridad, como el primer ministro de Tuvalu, quien aseguró que la inseguridad y la migración masiva que enfrentamos ahora podría ser solo una introducción a lo que enfrentamos en un mundo desestabilizado por el cambio climático.
Un pequeño grupo de líderes optó por no referirse a los ataques en sus alocuciones, con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el primer ministro británico, David Cameron, siendo los ejemplos más notables.
Muchos líderes también optaron por enmarcar la relación con sus hijos y nietos en el problema del cambio climático. El presidente Janos Áder de Hungría habló de un sueño recurrente en el que se ve a 20 años, en un futuro distópico en el que responda preguntas hechas por sus nietos a las que él es incapaz de encontrar una respuesta reconfortante. “¿Pudiste haber detenido todo lo que pasa hoy? ¿Por qué dejaste que esto pasara?”, describió.
David Cameron permaneció en el tono transgeneracional cuando afirmó que “tendremos que decir a nuestros nietos que era muy difícil”. Luego añadió que nuestros nietos justamente preguntarían: “¿Por qué era tan difícil?”. En referencia a los 100,000 millones de dólares necesitados anualmente para abastecer el Fondo Verde para el Clima a partir de 2020 y con ello pagar la adaptación al cambio climático de los países vulnerables, Cameron cuestionó cómo podríamos decir a nuestros nietos que la meta era difícil cuando tan solo en Londres se hacen transacciones por 5 billones de dólares. “La próxima generación está observando lo que hacemos… debemos crear un mundo que valga para nuestros hijos”, dijo momentos antes Barack Obama.
Aunque sea ha puesto un gran énfasis en definir el objetivo general de la conferencia en París, los detalles siguen siendo controversiales. La canciller Merkel subrayó que el objetivo es nada menos que limitar el calentamiento global por debajo de 2° C, mientras que reconoció que este límite era ya una concesión para muchos países. El presidente de las Islas Marshall reafirmó que no podía estar de acuerdo con ningún acuerdo que haría inevitable la pérdida de sus islas.
También hubo una diferencia notable en el enfoque entre países desarrollados y en desarrollo en cuanto a la referencia a la convención. Muchos países en desarrollo mencionaron explícitamente la necesidad de reconocer las responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades, un principio que ha regido las negociaciones contra el cambio climático en reconocimiento al rol causal que han tenido los países desarrollados con sus emisiones históricas.
El primer ministro de India, Modi, sugirió que hacer “cualquier otra cosa sería moralmente incorrecto” y destacó la necesidad de India para satisfacer las aspiraciones de sus 1,250 millones de habitantes. Los líderes de los países desarrollados a menudo reconocen las diferencias en los niveles de desarrollo y la capacidad para reducir las emisiones, sin embargo rara vez incluyen esto de forma explícita en las negociaciones.
Los países en desarrollo también tendieron a enfatizar las necesidades de fortalecer la adaptación de países vulnerables, así como de incluir pérdidas y daños para compensar a países ya afectados. En tanto, los discursos de los países desarrollados inclinaron fuertemente hacia la mitigación, un término que solo implica disminuir las emisiones.
A pesar de estas diferencias, hubo una palpable sensación de optimismo en las declaraciones hechas. Hubo un entendimiento generalizado de que las expectativas en París, aunque insuficientes para alcanzar los objetivos finales de la convención, son por lo menos alcanzables.
Un pilar de este optimismo fueron los ejemplos citados para desacoplar el crecimiento económico de las emisiones de carbono. El presidente Putin señaló que Rusia fue capaz de duplicar su PIB al tiempo que superaba sus objetivos plasmados en el Protocolo de Kyoto. El presidente Obama afirmó que los desarrollos bajos en carbono ayudaron a impulsar la economía estadounidense a un máximo histórico. “Hemos roto los viejos argumentos para la inacción”, aseguró. David Cameron añadió que “lo que estamos viendo no es difícil, es factible, por lo tanto, debemos unirnos y hacerlo”.
El presidente de Micronesia, Peter M. Christian fue más circunspecto sobre estos cambios. “Escuché a alguien hoy diciendo que su economía había crecido mientras sus emisiones se habían quedado estables. ¡Qué no daría yo para ver esas emisiones disminuir en lo que me queda de vida!”.
Atemperando este optimismo estuvo el reconocimiento de que París representa un nuevo régimen en lugar de un objetivo diplomático en sí mismo. Los más de 185 compromisos nacionales de reducción de emisiones presentados hasta la fecha no bastan para alcanzar el objetivo último de la convención (limitar el calentamiento global a 2° C o menos ) bajo ninguna interpretación posible.
Casi todos los líderes hablaron de la necesidad de revisar el proceso, con muchos sugiriendo una frecuencia de cinco años para hacerlo y algunos, entre ellos el presidente de la Unión Europea, aludieron explícitamente a aumentar la ambición de la disminución de emisiones periódicamente. El presidente Xi Jinping resumió el ánimo imperante al afirmar que París “no es la meta, sino un nuevo punto de partida”.
El lunes 30 de noviembre pasado fue un despliegue sin precedentes de multilateralismo político. Nunca antes tantos líderes políticos habían coincidido en el mismo lugar, posado para la misma foto, y hablado sobre el tema. El impacto del acto político en la apertura de la COP21 resonará a través de la conferencia en los próximos dos semanas, con la esperanza de lograr un resultado positivo.
Pero la pregunta obligada al escuchar estas declaraciones políticas es, invariablemente, qué tanto es sustancia y qué tanto retórica? Como bien cuestionó el presidente de Kiribati, Anote Tong, en su alocución: “¿Estamos realmente dispuestos a tomar las medidas necesarias para garantizar que las personas en la primera línea [contra el cambio climático] podrán permanecer en sus casas? Demos sustancia a las promesas que se han hecho”.
Este texto es una contribucion de TheVerb.org, una organización social que narra las historias que importan sobre las negociaciones contra el cambio climático
Traducción: Juan Mayorga. Lee la versión en inglés aquí.
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